Varices: las enemigas de la belleza y de la salud

Fuente: Diario Popular

Suelen aparecer en las piernas y los dos primeros calificativos que reciben de quien las sufre es que son dolorosas y antiestéticas, hechos absolutamente ciertos pero que ocultan una serie de consecuencias aún más serias pues, en muchos casos pueden derivar en enfermedades de mayor compromiso y tratamiento más severo y complejo.

Sin dudas, la entidad médica más autorizada para tratar el tema de las várices y afecciones concomitantes es la Fundación Flebológica Argentina (FFA), la que elaboró un informe donde pone en conocimiento del ciudadano común, una serie de datos básicos sobre esta enfermedad que comienza con manifestaciones estéticas o molestias pero puede derivar en males más cruentos.

¿Qué son las várices?
Son una enfermedad de las venas. Esos largos conductos por donde circula la sangre que vuelve al corazón desde los órganos después de haber sido aprovechada por éstos, para que el corazón la envíe a los pulmones y allí se oxigene en contacto con el aire inspirado y vuelva a convertirse en sangre útil. Las venas, para lograr su cometido de retornar la sangre al corazón, deben luchar contra la fuerza de la gravedad, principalmente en posición de pie. Para ello están dotadas de múltiples y delicados mecanismos de compensación que las transforma en verdaderos «pequeños corazones periféricos». Cuando estos mecanismos fallan se instala la insuficiencia venosa.

Esta afección toma distintos nombres según el órgano o región enferma. Así, a la dilatación de las venas del ano se las denomina «hemorroides», a las del cordón inguinal «varicocele», etc. Cuando se habla de várices se hace referencia, generalmente, a las del miembro inferior (pierna). Cuando una persona dice que padece de várices o de úlcera venosa, se sobreentiende que son las venas de sus muslos o piernas las afectadas.

¿Cómo se forman las várices?
El trabajo más importante y más ingrato es efectuado por las venas de los miembros inferiores, que han de soportar todo el peso de la columna sanguínea. En estado natural basta su tonicidad, que es la que le da firmeza a la pared venosa, para no dejarse estirar por ese peso. Pero si por alguna razón pierden esa tonicidad y sus tejidos se relajan y estiran, aumenta su capacidad y, lo que es más grave, las válvulas que tienen las venas en su interior para fragmentar la columna de sangre a fin de facilitar el retorno sanguíneo, no pueden seguir ese estiramiento y no cierran el paso de sangre como antes. Entonces una cierta cantidad de ésta refluye hacia abajo, y da lugar a un estancamiento nefasto para la nutrición de los tejidos.

De este modo, millones de seres humanos sufren de mala circulación en los miembros inferiores, ya sea por las várices o por secuelas de antiguas flebitis (que es una inflamación de las venas), que si no es correctamente tratada, va intensificándose progresivamente. Entonces el paciente padece la penosa y característica pesadez de las piernas al poco rato de estar de pie. Sólo el andar no muy de prisa y la posición acostada lo alivian.

Si las várices no son corregidas a tiempo, a medida que pasan los años, las piernas se vuelven tumefactas, se hinchan, se deforman. Aparecen manchas sombreadas al principio violáceas, luego amarronadas. Hay de todo tipo, forma o dimensiones. Pueden ser tortuosas o rectilíneas, de pequeño tamaño apenas visibles como los «derrames o arañitas» o constituir verdaderos paquetes varicosos. Pueden ser de extensión reducida o afectar a un tramo venoso entero, por ejemplo una vena safena. Las varicosidades o «derrames» que aparecen más en las mujeres, son la variedad más antiestéticas pero tiene poca repercusión circulatoria.

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