El maltrato parte de una valoración negativa de la tercera edad

Por Dr. Daniel Cassola

Nuestra sociedad no valora los aspectos positivos de la vejez, y tiende a evitar y defenderse de las carencias y deterioros de la misma. Como si nunca nos fuera a tocar, como si fuéramos por siempre jóvenes. En primer lugar hay una suerte de discriminación económica. A la hora de la jubilación, los millones de trabajadores que han aportado durante años son condenados, por ley, a la pobreza.

Ser jubilado no solo puede ser entendido como sinónimo de pobreza, sino también como una molestia, como si fueran personas que sobran. Dentro de este paradigma de la tercera edad no sorprende que se registren tanto maltratos estructurales como particulares.

Los maltratos estructurales son aquellos que tienen que ver con el entorno en el que vivimos y con las instituciones. Nos podemos preguntar: ¿Es la ciudad accesible para la tercera edad? Cuando vemos las veredas destrozadas, los pasos a nivel que son difíciles de transitar y el desorden del tránsito vehicular no nos queda más que responder con un no a esta pregunta. Todos estos espacios pueden ser una trampa para un anciano con dificultades de movilidad.

También podemos pensar en la falta de comodidad que ofrecen los bancos, las obras sociales, y las oficinas de atención al público en general. Los jubilados tienen que hacer trámites y cobrar su sueldo: no por ser viejo uno se libra de la burocracia.

En la actualidad la mayoría de los bancos no cuenta con asientos suficientes para que los jubilados esperen. Tampoco con algo tan fundamental como un baño. Cuando los trámites son lentos y se esperan muchas personas un lugar debe contar con la estructura necesaria, o si no, dedicar más personal para acelerar la atención. Que una persona mayor tenga que esperar horas de pie sin acceso a un baño es, sin dudas, un maltrato.

La concepción negativa de la tercera edad, y los problemas estructurales e institucionales también llegan al hogar. Según los especialistas hay cinco tipos de maltrato que se dan en el seno de la familia o del hogar, y es practicado por familiares, conocidos o cuidadores, sean profesionales o no.

Está el tan conocido maltrato físico, el maltrato psicológico que normalmente son ataques verbales, la negligencia o abandono de los cuidados de una persona, el abuso económico empleando de forma ilegal los recursos o propiedades del mayor, y por último el abuso sexual.

Cuando estos casos llegan a un extremo son fáciles de detectar, pero la mayoría se mantiene en una zona gris en la que pasan desapercibidos. Es muy difícil para una persona mayor realizar una denuncia, o afrontar estos abusos sin el respaldo de su entorno. Además, los maltratos pueden ser enmascarados por los cambios fisiológicos y psicológicos que ocurren en la tercera edad.

Ante este cuadro de situación, nuestra intención es aportar una idea. El primer paso para el cambio es cultural, y el cambio cultural radica en comenzar a valorar a la tercera edad como una etapa plena de la vida.

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